México se recupera tras devastador terremoto

La capital mexicana vive horas de angustia en medio de las tareas de rescate.

Las primeras 24 horas tras el potente terremoto en México fueron de terror y muerte, de esperanza y heroísmo. 

Lo que parecía un sutil balanceo la tarde del martes rápidamente escaló en una danza violenta y nauseabunda mientras un sismo de 7.1 grados agrietó y desmoronó edificios vulnerables tanto viejos como nuevos.

Miles de personas salieron corriendo de sus hogares y oficinas a lo largo del centro de México, algunas veces observando edificios colapsarse tan pronto como salieron de ellos y dejaban una erupción de polvo y escombros.

Cientos se quedaron atrapados después del temblor más letal de las últimas tres décadas.

Los sobrevivientes pronto se unieron para trepar sobre las ruinas de edificios e hicieron equipo con rescatistas profesionales para tratar de salvar amigos, vecinos y extraños. Filas serpenteantes comenzaron a formarse mientras la gente pasaba escombros de una mano a otra desde los edificios y movía víveres en dirección opuesta a otros rescatistas. Aclamaciones y cantos de victoria se escuchaban cuando se encontraban sobrevivientes.

Docenas de personas fueron rescatadas, con frecuencia cubiertas de polvo y en shock, a veces heridas. Sin embargo, al menos 230 personas murieron bajo el derrumbe de grandes edificios en Ciudad de México, así como en hogares rurales y una iglesia cerca del epicentro, en el estado de Puebla.

Muchos de los edificios cayeron precisamente en lugares como la Roma y la Condesa, barrios que resultaron más afectados por el sismo de 1985, cuyo aniversario fue recordado el martes con un simulacro en casi todo el país, que mató a miles y se imprimió en la memoria de México.

Conforme caía la noche, muchos permanecieron afuera de las calles y parques, temerosos de volver a los edificios que pudieron resultar dañados. Con varias calles bloqueadas por escombros, filas de rescatistas o temibles fugas de gas, algunas avenidas se convirtieron en estacionamientos que en algunas ocasiones impedían que la gente pudiera llegar a su hogar.

Mientras tanto, el trabajo de rescate continuaba bajo linternas y lámparas durante la noche y nuevamente bajo la luz del día, conforme los rescates fueron tomando más tiempo y la desesperación creció entre quienes permanecían atrapados, como niños bajo los restos de concreto de una escuela que se derrumbó al sur de la capital.

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