Martín Onti: La Copa Ter Stegen

Con el triunfo del portero alemán, un pedazo del corazón de Barcelona vibró fuerte.

BARCELONA, España.- La gente se la pasaba bien en cada rincón de Barcelona mientras miraban por TV la gran final de la Copa FIFA Confederaciones disputada en San Petersburgo. No porque hayan estado deseando el triunfo germano, sino que en la nada sentimental que significaba este encuentro entre Chile y Alemania en la antesala a la próxima Copa del Mundo, poco más les importaba a ellos que ver triunfar a Marc-André ter Stegen en la portería teutona.

Chile quizás haya merecido mejor suerte ante los dirigidos por Joachim Löw, sin embargo, eso queda para el minucioso análisis del juego y de los pormenores futbolísticos en los que no entraré por no haber visto el partido desde una perspectiva netamente futbolística.

Más concentrado, en esta ocasión, en lo que la reacción del ciudadano catalán me transmitía desde su inquietud lúdica y parcial, el desarrollo de mi artículo no sería franco si antepusiera mi opinión a lo que hicieron europeos o sudamericanos de cara al título.

Lo cierto, lo verdaderamente importante en este caso especial, fue apreciar la reacción de personas que se juntaban alrededor de una pantalla que dejaba ver más detalles de consideraciones sentimentales que de sensaciones visuales; más de percepciones entre el ataque de uno y la defensa del otro; entre lo que hacía el conjunto de Juan Antonio Pizzi y la respuesta de Ter Stegen bajo la portería germana; o lo que realmente entregaba el cotejo desde el plasma colgado de aquella pared multicolor.

En una síntesis de 90 angustiosos minutos en que habría muchas cuestiones estratégicas, tácticas y técnicas para discutir, para someter a razones de una victoria sufrida y de una derrota quizás inmerecida, el recinto sólo comprendía el momento de alegría que esa gente expresaba cuando al término del encuentro estalló de júbilo como si de una conquista del Barça se hubiese tratado. Poco importaba si la justicia había estado del lado de la realidad o de la irrealidad.

Finalmente, Marc-André ter Stegen levantaba un trofeo en la tierra de los zares y con él, y su logro personal, un pedacito de corazón azulgrana se paseaba en Rusia confundida en la oscuridad que ya acariciaba a la Ciudad Condal en ese opaco espacio de tiempo que las sombras arrastran sobre las frustraciones.

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