SAN DIEGO - En un silencioso vecindario de familias militares en Tierrasanta, San Diego, niños juegan en la calle con sus pelotas y patinetas, y algunas madres llevan a sus hijos al parque mientras otras como Jessica Enriquez, salen caminar con sus bebés, pero con la preocupación de que un conflicto bélico podría romper esa tranquilidad en cualquier momento.
Varias de las madres con las que conversamos se negaron a dar su nombre o hablar en cámara, pero dijeron estar muy atentas a la evolución del conflicto que ha generado el bombardeo estadounidense en Irak, que acabó con la vida de Qasem Soleimani, el comandante de la fuerza élite Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, la noche del jueves.
“Es algo de lo que nosotros realmente si queremos hablar, pero no queremos hablar de eso hasta que, yo creo, que realmente estamos en ese tiempo -de conflicto- es cuando nos juntamos y es cuando hablamos de lo que sentimos” así explicó Enríquez la actitud de las familias militares frente a acontecimientos como estos, donde la tensión reina y todas las opciones están sobre la mesa.
¿Nos vamos a ir? Vamos a estar en guerra? Es la primera pregunta
Madre de dos jovencitos de 13 y 11 años y una bebe de un año, Jessica está casada con un doctor de la Infantería de Marina quien es uno de los miembros de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos que podría irse a lo que algunos llaman ya, una posible tercera guerra mundial.
“Si se van a cualquier lugar él tendría que ir. Él estaría con los marinos, él es el doctor de los marinos, si a alguien le pasa algo en línea, él tiene que estar ahí con ellos”, señala Jessica, quien la mañana de este viernes, al ver las noticias, enseguida contactó a su esposo para que le dijera qué estaba pasando y qué pasaría con él: “¿Nos vamos a ir? ¿Vamos a estar en guerra? Es la primera pregunta” que dice se hizo.
Esta mujer dice apoyar a su esposo pues entiende su trabajo, y explica que desde el momento en que se casó con él, la posibilidad de ver a su esposo marcharse a sitios de combate está latente cada día, pero confiesa que si le toca irse ahora, serán tiempos muy difíciles: “Nosotros no sabemos qué es lo que está pasando allá con ellos. Hay momentos en que no puedes hablar con ellos entre una semana, dos semanas a veces meses y te preocupa”.
Local
Pero para esta esposa y madre, el otro costo de un conflicto internacional, sería enfrentar el ensordecedor ruido de una guerra a distancia, sola: “Tristeza, depresión, porque si te pega depresión a veces y más cuando estás sola con tus niños y explicándole por qué no está él aquí, diciéndole que él está allá por una razón que es no solo para nosotros como familia, sino para todos, protegiéndonos a todos”.
