Artesanos defienden el sarape mexicano ante imitaciones

Los tejedores rechazan que marcas de moda copien la prenda tradicional.

Los tejedores de sarapes, de las prendas más representativas de México, defienden la originalidad y autenticidad de sus textiles frente a imitaciones como las que Carolina Herrera presenta en su colección Resort 2020, que ya ha sido descalificada como un plagio de la cultura mexicana. 

La originalidad del sarape, prenda masculina equivalente al rebozo femenino que se remonta al siglo XVI, hace que cada pieza sea diferente y por eso es que los diseños de Carolina Herrera ni siquiera se aproximan, dijo Pedro Iván Tamayo. 

"Tuve oportunidad de ver la imagen, y pues primero que bien que se fijen en sarapes y que sea reconocida a nivel mundial, una prensa muy valiosa. Pero las fotos que vi ahí en el vestido: no son sarapes", sostuvo Tamayo, que tiene doce años tejiendo esta prenda en Saltillo, estado de Coahuila, norte de México. 

Precisamente, Saltillo es llamado la tierra del sarape, una prenda textil tejida a mano, rectangular de 1.2 por 2.4 metros, generalmente con una abertura que permite usarlo sobre los hombros o como un poncho. 

La historia de esta prenda se remonta a 1591, cuando comenzaron a tejerse en un telar de pedal con hilo de lana y son reconocidos además por sus rayas multicolores, tal y como los utilizó ahora la firma Carolina Herrera. 

"Por un lado agradecemos que tomen en cuenta a Saltillo, pero por el otro: que tomen en el verdadero sarape, no una manta hecha en serigrafía, es el sarape tejido a mano el que se usa aquí en Saltillo", sostiene Tamayo. 

Para este artesano mexicano, las telas que se pueden observar en los diseños de la casa de modas no se aproximan en nada a los diseños y al proceso que se sigue para hacer un auténtico sarape mexicano. 

"Depende de la persona, la percepción de la persona. Pero yo digo que no, porque en si lo que trae no es un sarape de Saltillo. Lo que esta haciendo ahí es tomar una manta de colores que se parece a lo de Saltillo", argumenta. 

Tamayo asegura que si esta casa de modas se hubiese tomado la molestia de copiar un sarape tejido como el nuestro "ahí si hubiera que exponer en contra". 

El artesano sostuvo que lo menos que esperaría de los modistas de Carolina Herrera es que hicieran mención y reconocimiento de los diseños que les han inspirado para hacer esta colección, primero a México y después a los sarapes de Saltillo. 

Al menos "tiene que haber un tipo de agradecimiento o nombrar al mexicano. Que bueno que tomen en cuenta al sarape de Saltillo", señala tras insistir en que las prenda de esa marca de moda "no son de un verdadero sarape de Saltillo". 

Algunos vestidos de la colección de Carolina Herrera son muy parecidos en diseño y colores al típico sarape de Saltillo, otro modelo cuestionado en vestido blanco con bordados que según el Gobierno de México son copia de los que se elaboran en la comunidad de Tenango de Doria, en el central estado de Hidalgo. 

Otros son unos vestidos por encima de la rodilla con vistosas flores bordadas como las que se hacen en la región del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca. 

El Gobierno de México, a través de la Secretaría de Cultura, señaló que en la colección de Carolina Herrera no hay inspiración sino copia y en una carta demandó a la firma de moda una respuesta institucional sobre el tema. 

"Queremos escuchar si hubo alguna intervención, participación y aceptación de las comunidades. Si fueron parte del desarrollo de esta colección y si son beneficiadas", dijo la titular de la Secretaría de Cultura, Alejandra Frausto. 

En un comunicado, la firma aseveró que su colección se inspira en unas alegres y coloridas vacaciones latinas, el amanecer de Tulum, las olas en José Ignacio, el bailar en Buenos Aires o los colores de Cartagena. 

Otro caso de plagio de una cultura mexicana a manos de diseñadores de ropa ocurrió en el 2015, cuando la francesa Isabel Marant presentó una colección con diseños de la cultura mixe, del sureño estado mexicano de Oaxaca. 

El escándalo aumentó porque mientras los mixes defendían el valor intangible de sus bordados, la diseñadora francesa fue demandada por una empresa en Estados Unidos que aseguraba ser la dueña de los derechos de los diseños.

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